lunes, 7 de diciembre de 2009

un jardín de gente: la construcción comunitaria en los sectores medios de la población


Bº Bancario
Dorrego / Guaymallén / Mendoza
octubre 2009
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Institución Convocante:
Unión Vecinal Bº Bancario, Dorrego, Guaymallén, Mendoza, Argentina.

Cantidad de peronas participantes: 30 personas aprox.




"un jardín de gente: la construcción comunitaria en los sectores medios de la población"

La noción de comunidad a veces en el devenir del discurso diario o de la praxis política de los gobernantes de turno connota hacia una perspectiva de clase. Decir comunitario es hablar de los sectores pauperizados, marginados, excluidos o cualquier otro término que trate de recortar esta situación con justicia lingüística y social.


Para otros sectores sociales “acomodados” en este esquema socioeconómico las prácticas comunitarias no se filtran tan fácilmente en las metodologías de construcción social. Las políticas socio-asistenciales no entran en estros bastos sectores. El discurso que predomina en esta franja social es el de la individualidad como garante del progreso del territorio, el esfuerzo personal puesto en clave de éxito constituye valor referencial para estas comunidades.

Es así que las políticas comunitarias del Estado no tienen la validez idéntica en la denominada “clase media” por sobre los sectores de las “clases bajas”. Esta situación diferencial a veces crea falsas ilusiones sobre las necesidades de poner en practica acciones comunitaria sobre ciertas capas sociales que no necesitan presencia del Estado o de sus propios sujetos que la integran para poder conformar un “bien común”.

Si esto fuese así o conformar esta supuesta situación dada creo que conformaría un conservadurismo en esta idea, la creencia que solo los sectores vulnerados necesitan articularse entre sí para poder obtener situaciones de bien común es un poco injusta y alejada de la realidad que comparten todos los sectores sociales; lo comunitario como ejercicio de la búsqueda de satisfacer necesidades colectivas es imprescindibles para cualquier composición socio, cultural y económica.

Cuando un individuo esta sujeto a fuertes concepciones instaladas sobre su voluntad y horizonte particular de crecimiento como el único vehículo que garantiza la posibilidad de escalar a posiciones en sus estratos sociales, lo más probable es que encontremos sujetos sin aristas en común y con tendencia a la competitividad entre sí. En presencia de estos elementos que constituyen la existencia de los sectores medios observamos como se ha enajenado a este individuo de su perspectiva colectiva como otro elemento más de su sociabilidad adquirida.

El discurso dominante sobre el sujeto de clase media que no deja vislumbrar un horizonte en común con otros individuos ha permitido el “abandono del espacio público”, el cual ha permitido ser cercado cada vez más en su andar por el territorio al cual pertenece “a medias”. Las necesidades instaladas de consumir pertenecen a la esfera intra hogar en esta actual sociedad, donde ese mundo interno es permeable a voluntades externas que poseen un proyecto para estos sectores sociales y precisamente no apelan al sujeto comunitario.

Cuando el poseer de estos sectores sociales se remite solo a objetos de uso particular una arista que se debilita es la del compartir en comunión bienes materiales o inmateriales que constituyen o fortalecen la convivencia vecinal, comunitaria o socio afectiva. Es así como una plaza, una unión vecinal (sociedad de fomento), club, etc. van perdiendo espacio frente a opciones más exclusivas.

Si el sujeto medio se encarna en la voluntad individual como salvaguarda de sus propios intereses se ve en una diyuntiva frente a lo colectivo, tomando a esta última perspectiva como “amenaza” de sus aspiraciones o como lugar devaluado que no genera posibilidades de sus propias satisfacciones. Hoy lo público es lugar de peligro donde otros sujetos intentan “arrebatar” pertenencias de otros sujetos, hoy lo público es para la asistencia a los menos favorecidos por esta sociedad de consumo, hoy lo público es el fracaso de todo intento por juntarnos a conformar un país, un lugar, un objetivo en común.

Hay una plaza en la zona periférica al denominado Alto Dorrego en el departamento de Guaymallén (Mendoza) que esta “administrada” por una unión vecinal (sociedad de fomento) que intenta poder transformar estas perspectivas sobre el sujeto “individualista” de la clase media; a través de una serie de actividades se propuso la posibilidad de plasmar un mural sobre la pared perimetral de este espacio verde (plaza). El muralismo comunitario por sus fuertes ribetes colectivos era una propuesta que entusiasmaba a los vecinos del lugar. La presencia de chicos, chicas, algunos jóvenes y adultos (en gran cantidad) se pudo comenzar con e l proceso comunitario de construir una imagen en la pared de la plaza, durante 4 sábados del mes de octubre en horas de la tarde se pudo vivenciar esta “nueva” dimensión de lo común entre sí.

El papá, la hija y las bailarinas dibujadas que fueron puestas en la pared del mural constituyeron una apretada síntesis de lo experimentado en esta práctica colectiva, los padres que “antes dibujaban” se ponían en sintonía con sus hijos que ahora si dibujan; fueron los niños y niñas quienes avanzaron sin mucho prejuicio a la hora de levantar la imagen del mural, sus dibujos inundaron la posibilidades visuales que teníamos los adultos. Fueron los más chicos quienes nos aleccionaron a tener menos miedo a la hora de expresarnos con la línea y el color.

Los más chiquitos abajo y los más grandes fueron arriba de la pared, cada edad buscó su mejor perspectiva para poder obtener el mejor logro, la actividad a veces se autorregula por las propias necesidades que tienen los individuos cuando conforman un colectivo de trabajo. Las edades a la hora de pintar se emparejaron, los adultos hoy no “trabajaron” los niños y niñas hoy no “estudiaron”, todos fueron todos a la hora de pintar, dibujar y jugar.

El papá y la mamá no solo ayudó a su hijo, sino que a otros hijos, la infancia fue acompañada por la adultez del lugar. Así podríamos metaforizar con cientos de acciones vividas en esta tarea de pintar. Por un rato el bien común prevalecía de las individualidades diarias. Los sujetos “vulnerados” en su perspectiva plural pudieron verse por u rato unos a otros, junto al mate, la galletita o la gaseosa. Lo común no era algo desgastado y ordinario sino que fue sinónimo de bienestar compartido.

Juan Justo
prof. Sup. en Artes Visuales

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